Una mayor calidad en los hidratos de carbono implica un riesgo menor de sufrir enfermedades cardiovasculares. Es lo que ha demostrado un grupo de investigadores del Proyecto SUN (Seguimiento Universidad de Navarra) tras un estudio realizado con 17.424 voluntarios españoles de mediana edad a los que se hizo un seguimiento durante una media de diez años.
Los resultados, publicados en la revista Nutrition, Metabolism & Cardiovascular Diseases, se obtuvieron tras el estudio de la calidad de los hidratos de carbono en función de cuatro factores: que fueran sólidos en vez de líquidos, que tuvieran mucha fibra, que los cereales fueran integrales y que fuesen de absorción lenta, es decir, de bajo índice glucémico.
Según han comprobado los científicos de la Universidad de Navarra y del CIBEROBN, los participantes que ingerían hidratos de carbono de este tipo al inicio del estudio presentaron un riesgo un 56% menor de sufrir infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares o muerte cardiovascular, respecto a quienes consumían hidratos de peor calidad.
Según el investigador principal, el profesor Miguel Ángel Martínez-González, “en el caso de los voluntarios con un mayor consumo de cereales integrales respecto al consumo total de cereales, su riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares era un 47% inferior respecto a los que preferían el consumo de cereales refinados y azúcares. Además, en los participantes que obtenían más del 50% de la energía diaria procedente de hidratos de carbono de alta calidad, el riesgo de padecer estos problemas también era claramente inferior”.
Priorizar la calidad de los hidratos en lugar de las calorías
Itziar Zazpe, investigadora del estudio y profesora de la Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra, considera que estos resultados corroboran “que es mejor reemplazar cereales refinados -como pan blanco, bollería o pastelería- por pan integral, ya que, a igualdad de calorías, reducen el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares”.
“Asimismo, se debería poner énfasis no tanto en la cantidad de hidratos como en su calidad, aumentar el consumo de cereales de grano entero y de hidratos sólidos en lugar de líquidos -presentes en los zumos y refrescos entre otros alimentos-, así como reducir azúcares añadidos y bebidas azucaradas y elegir, en cambio, alimentos con un índice glucémico bajo. Todas estas recomendaciones encajan perfectamente en el patrón de dieta mediterránea”, resalta la Dra. Zazpe.
“Nuestro principal hallazgo”, culmina el Dr. Martínez-González, “fue encontrar que existe una asociación inversa y consistente entre una mejor calidad de los hidratos de carbono y la incidencia de enfermedades cardiovasculares. Una relación especialmente evidente si se tiene en cuenta solo el porcentaje de hidratos de carbono procedentes de cereales integrales”.
Este estudio se suma a otros realizados en el Proyecto SUN y PREDIMED, los cuales demuestran que hidratos de carbono de mayor calidad contribuyen a una ingesta adecuada de vitaminas y minerales, y reducen el riesgo de obesidad.