La globalización se ha asociado con grandes cambios en la estructura de los mercados laborales en todo el mundo. La mayoría de países, independientemente de su nivel de renta, se han visto afectados por una disminución de los puestos de trabajo con contratos seguros y duraderos, así como de los beneficios sociales relacionados con el empleo, para dar paso a un aumento del trabajo precario y sin protección. En este contexto, para muchas personas el empleo ya no garantiza la salida con éxito de la situación de pobreza, sino que también contribuye a una mayor vulnerabilidad. En este sentido, una importante fuente potencial de vulnerabilidad para la población trabajadora que ha sido poco explorada en países con altos niveles de informalidad son los daños a la salud derivados del propio trabajo remunerado. Por tanto, abordar la informalidad en el empleo es esencial, ya que es un pilar estructural y permanente de la mayoría de mercados laborales en países de renta media o baja.
Valorar esta relación entre el estado de salud y la informalidad laboral ha sido el objetivo del trabajo liderado por María López Ruiz, investigadora del CIBERESP en el Centro de Investigación en Salud Laboral de la Universidad Pompeu Fabra (CiSAL UPF). “Desde que a principio de los años setenta se acuñara el término “sector informal” se ha desarrollado un gran debate internacional acerca de su naturaleza, definición, medición y relación con las desigualdades sociales. Sin embargo, no existe apenas evidencia sobre su relación con la salud, a pesar de ser un importante determinante social de la salud”, apunta la investigadora.
Este estudio nace, por tanto, de la urgente necesidad de abordar el empleo informal y su relación con el estado de salud desde una perspectiva de género. “Las mujeres trabajan en mayor proporción con empleos informales, y, entre otras razones, han utilizado este tipo de empleo como forma de insertarse en el mercado laboral debido a las mejores posibilidades para combinar el empleo y el trabajo de cuidados no remunerado”, explica López Ruiz.
Resultados
A través de dos estudios realizados con la I Encuesta Centroamericana de Condiciones de Trabajo y Salud de 2011 y sobre una muestra de 8.823 personas trabajadoras no agrícolas, se observó que tanto mujeres como hombres con empleos informales tuvieron peor estado de salud en comparación con el perfil más formal de empleo (personas asalariadas con cobertura a la seguridad social y contrato escrito), siendo esta informalidad un factor significativo en las desigualdades en salud entre la población trabajadora centroamericana. La falta de cobertura a la seguridad social es un elemento clave del empleo informal y el predictor más fuerte de mala salud.
Asimismo, las conclusiones del estudio apuntan también a que la asociación entre mal estado de salud y la combinación de empleo y responsabilidades de cuidados se limitó básicamente a las mujeres con empleos informales.
“Los mecanismos más importantes, no excluyentes entre sí, que pueden estar operando en las desigualdades de salud encontradas son la precariedad laboral, las peores condiciones de trabajo y empleo, y la situación de pobreza y/o exclusión social; que se articulan con la informalidad y la carga de cuidados en el caso de las mujeres, generando un círculo perverso de vulnerabilidad económica y social”, explica la investigadora.